Últimamente solo veo universos, cosmos, galaxias.
Donde abro una página o ventana, donde inicio una conversación o me cuentan una película, hay un cosmos aguardando, murmurando ruidos remotos en su nebulosa oscura de purpurina y misterio.
Habitamos un planeta, en un sistema, en una galaxia, rodeados de un incalculable número de estrellas, abrazados por millones de otras galaxias, inmersos en inconmensurables círculos concéntricos como las ondas en un lago. Y vivimos nuestras vidas como si éstas fueran el centro del universo.
Y No Somos El Centro Del Universo. Ya lo dijeron los valientes pioneros de la ciencia, mirando de un lado al futuro y de otro a la rueda del tormento...
Así pues, los agravios que nos contaminan y ensombrecen durante días, los miedos que nos angustian en las extrañas horas de la madrugada, cuando no sabemos si la noche viene o va, los cambios que nos ubican en nuevas encrucijadas, todo eso no es más que un minúsculo aleteo de polilla. Aún menos.
Y lo vivimos como si, en alguna escala desconocida, eso fuera importante. Cuando lo cierto es que, si la física cuántica no se equivoca, se trata apenas de pura vibración. Incluso paralela a otras minúsculas vibraciones que son alternativas en otras realidades de nuestras minúsculas vidas.
En serio te preocupas?
Déjate vivir, explosionar fugazmente como una diminuta estrella y que, al menos, tu resplandor alumbre una diezmilésima de segundo.
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