(Una perfecta mañana de domingo)
Hoy ha venido a vivir con nosotros una nueva invitada.
Hemos ido a buscarla al lugar donde viven las plantas cuando aún no tienen casa.
Paseábamos entre hibiscus de flores asombrosas, suculentas de hojas esculturales,
tímidas mimosas, rosales estirados, impacientes prímulas, palmeras egocéntricas
y frutales medio desnudos...
Pero buscábamos a Madame Buganvilla y ella nos esperaba con un peinado florido y elegante,
en lo alto del esbelto tallo.
Una nube fuxia que, al instante, imaginé en la ventana de nuestro dormitorio.
Al llegar a casa, me alivió comprobar que sus futuras compañeras verdes la recibieron con una cortés bienvenida, si bien no demasiado cálida.
La azalea engalanada y la fugaz flor de cactus, así como las hojas de aspidistra que apenas apartaron la vista de su hogar acuático.
En un rato, Madame Bouganvilla se instaló en su nueva residencia.
Soleada y amplia.
Mira la calle desde nuestra ventana.
Y yo estoy deseando verla desde fuera.
De momento, solo contemplar el fulgor del fuxia envoltorio de sus diminutas flores,
me llena de una inexplicable alegría.
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