Acudo a tiendas no siempre demasiado bonitas a buscar elementos de atrezzo para mi trabajo. En esas ocasiones, siempre recuerdo una frase de una colega con la que colaboré durante bastante tiempo y con la que, sobre todo, me divertí muchísimo.
Ella opinaba que había que sacar las cosas de contexto. Cuando descubríamos un hallazgo entre la morralla y la baratija, decía: "Esto, fuera de contexto, puede funcionar muy bien".
Y así era, en efecto. Rescatado del entorno cutre, de la apabullante vulgaridad de su hábitat y expuesto solo, sobre fondo blanco, el objeto se crecía en su singularidad y brillaba con luz propia.
Es así como busco lo que habla en voz baja entre espumillones y oropeles. Lo que, por su sencillez, hace apenas ruido. Pero, una vez liberado del envoltorio de plástico chillón y dispuesto, cuidadosamente, en el soporte y bajo la luz adecuadas, resuena su belleza sencilla y su auténtica esencia.
Arpillera. Blanco de laca. Plata.
Un primer bodegón luminoso que anuncia la navidad.
Por cierto, aquella amiga de la que hablaba vive muy cerca y no nos vemos casi nunca. Pero siempre queda, como un susurro entre los días, la posibilidad de retomar nuestra historia.
Te dedico esta entrada, Pi. Ya sabes porqué.
Un lugar con mucha magia, aquel era la cueva del Green Elf y AliBabá juntos. Además de un sofá mostos, esa mañana cargamos con un archivador llenito de carcoma, un sofá lleno de tantas promesas como muelles asomaban y una cuna tirolesa con balancín y todo. Volvimos dos o tres veces más al chamarilero a buscar una tabla de planchar desvencijada y alguna que otra chuchería. Recuerdo aquella Navidad metiendo el sofá, muy recuperado, en un escaparate con guirnalda de tarlatana y subidas de puntillas en una escalera infinita porque había que colgarlo todo. Aquella Navidad.
ResponderEliminarMuchas han pasado pero mi disposición es la misma, mi deseo sigue intacto y las ganas de retomar "lo nuestro"…mucho más que nunca.
Sí, ya sé.