De acuerdo. Pongamos que comparo los dos conceptos:
Mentes y armarios.
Últimamente vengo pensando en poner orden. Resumir. Dejar lo esencial y deshacerme de lo superfluo.
Ese lastre pesado que no aporta mas que eso, lastre.
Y tiene gracia. Porque, recientemente, he mantenido una sustanciosa conversación al respecto.
Una vez mas, aquellos proyectos que me motivan desde dentro acaban encontrando ecos y resonancias imprevistos pero nada casuales.
Bien. Ordenar un armario puede empezar por sacar fuera todo su contenido. Eso no se puede hacer con la mente. Ahí puedes, (si es que puedes), "meterte dentro". Pero eso, a no ser que tengas un flamante vestidor, no lo puedes hacer con un armario standard.
Observemos las prendas. Empezando por las que nos ponemos mas a menudo. Porqué?
Nos resultan cómodas. Porque nos sentimos naturales con ellas. Nos sentimos "nosotros". Luego están las que yo llamo "de personaje" o las de "hoy voy a ser..." y son las que te dan la sensación de ser otro.
Hay tantas prendas/personaje como disfraces tiene la personalidad: Ejecutivo, control de la situación, relajado, espiritual, dueño de uno mismo, alternativo, mujer de mundo, carismático...
Sin embargo, cuando un día "te vistes" uno de esos personajes tienes todo el tiempo una sensación incómoda que llegas, al final, a identificar como "no tendría que haberme vestido así".
Y porqué? Por que ese no eres tú.
Hay prendas de la nostalgia, que te miran desde su percha envueltas en la gasa brumosa de los recuerdos.
Con esa blusa fui por primera vez a... Ese vestido era el que llevaba cuando...
Las miras y recuerdas aquello... o no. Simplemente son perchas molestas que habrás de pasar, una y otra vez, para poder mirar mas allá. Perchas en las que sabes que no vas a detenerte. Entonces, para qué están ahí?
Hablemos de los cajones. Ese fango irreconocible de camisetas al fondo. Yo tengo una especial querencia por las camisetas que llamo "básicas". Normalmente son prendas en gris, blanco o negro. Pero es curioso que, habiendo comprado montones de ellas, aún no he conseguido encontrar La Camiseta y voy amontonando intentos sin conseguir el ideal.
Podría definir en mi cabeza qué es lo que busco exactamente y, de no ser eso, no intentar llenar el hueco con sucedáneos.
Sucede a menudo que, poco partidarios de deshacernos de esos lapsus, en ocasiones lo cubrimos con un pañuelo y colocamos encima lo que de verdad nos ponemos. Pero ese montón sigue ahí. Como el monstruo pestilente del "Viaje de Chihiro", acecha. El cajón parece ordenado, pero el orden no es real. No hay espacio. La ropa se asfixia porque no puede respirar.
Y abrimos el cajón con demasiado cuidado, pues sabemos que el monstruo habita al fondo.
Los accesorios. Realmente los utilizas? Todos ellos?
Venga ya.
Para cuando has conseguido desenredar ese collar del lío infernal de collares o se te han quitado las ganas de ponértelo o llegas, irremediablemente, tarde.
Pues bien. Encuentro un evidente paralelismo con las mentes y su contenido.
Sentimientos, emociones, actitudes, cuelgan en orden o se almacenan en desorden o informe caos.
Aquello con lo que nos sentimos bien, que nos representa, aquello que realmente somos son las prendas que dejaríamos a la vista. Pero en nuestro armario mental también habitan esas piezas no eliminadas por apegos y nostalgias que nada tienen que ver con nuestro presente y forman unos cuantos monstruos pestilentes que acechan en las esquinas mas oscuras. Esas en las que no nos gusta mirar.
Así, ese vestido de quien soy realmente, ese color que me define, muchas veces queda oculto por actitudes rebuscadas, ecos de otros tiempos, deseos de adornos que me oculten o me hagan parecer otra...
No necesito nada de todo eso.
Lo que realmente quiero es espacio.
Distancia para ver lo que soy.
Y vestir mi autentica piel.
No
Muy motivador. Directa me voy a revisar los rincones de mi "almario" donde no todo es bonito, cómodo ni util, no se me vaya a convertir en un "almatoste".
ResponderEliminarYo he decidido ir en bolas.
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