Solo por algunas escenas, interpretadas con autenticidad extraordinaria, solo por determinadas anécdotas e historias pequeñas y grandes a la vez, solo por esas lágrimas, apenas contenidas o el golpe de violencia que sorprende, solo por esas imágenes quietas de nieve cayendo con elegancia, mientras la vida se atropella, solo por asistir al declive de dioses en decadencia que miran con pena el progresivo desafinarse de sus maravillosos violines, solo por dejarte atrapar, una vez mas, por la mirada de Philip Seymour Hoffman, por el carisma y dignidad de Christopher Walken, solo por eso, de nuevo, volvería a ver esta película.
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Dos veces vista, dos veces admirada y conmovida. No descarto una tercera.
ResponderEliminarCoincido con vuestra opinión: la vi con agrado. Es original, tierna, divertida. No hay mamporros ni explosiones. En un par de ocasiones me molestaron los tópicos, pero eso no empaña que estemos ante una pequeña joya.
ResponderEliminarMe gustaron las clases del profesor de cello y la anécdota que cuenta de Casals, precursor de la psicología positiva, que precipita el desenlace de todas las historias de la película y difumina los egos.
ResponderEliminarCreo que la misma peli hubiese sido otra si se tratara de cine europeo: habría estado más centrada en el cuarteto, en los ensayos y menos en las historias de relleno. Yo también la volvería a ver.