El tiempo es un abanico.
Hay quien lo cierra
atesorando, avaricioso,
recuerdos, secretos y proyectos.
Y hay quien lo abre
exhibiendo, generosamente,
los minutos presentes
agitados al aire,
vividos y, aparentemente,
desperdiciados en su levedad.
Yo prefiero el abanico abierto.
Mover el aire.
La fragilidad y evanescencia
de vivir
sin pasado ni futuro.
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