En realidad yo quería alquilar "La herencia del viento" de Stanley Kramer. O sea, me apetecía ver una peli "de juicios" que me encantan. Y me habían recomendado ésta en particular. Pero no la encontré.
En el videoclub donde nos abastecemos, después de haber comprobado que habíamos visto (cómo no!) la impagable "12 hombres sin piedad", nos recomendaron "12" que es una versión libre (y rusa) de la anterior.
Y esta es la forma en la que llegué a este "peliculón" largo, prolijo, grandilocuente y, por decirlo en una palabra: Descomunal.
La escena se mueve en tres escenarios que se van intercalando entre sí. El principal, un gimnasio donde se reúne el jurado. Segundo, la celda donde permanece a la espera del veredicto el joven checheno que es acusado de asesinato. Y, en tercer lugar, el exterior, donde van y vienen las ráfagas de la guerra.
Cada escenario tiene un lenguaje narrativo y cinematográfico.
En el gimnasio, como un enorme teatro, cada personaje desarrolla una historia y es tan rico y variado su trabajo que te parece estar viendo películas distintas en función de quien relata su experiencia.
En la celda, el rostro y la actitud corporal del acusado muestran una actitud de aceptación demoledora de aquel que ya lo ha perdido todo desde hace tanto tiempo que ni se permite albergar la esperanza.
En la guerra, escenas de escaramuzas relatadas con belleza extrema, con estremecedor detalle, se mezclan personas y roles: El soldado que baila una danza autóctona, el campesino que empuña, con mano torpe, un arma.
Y entre todo ese tremendo aluvión de testimonios, escenarios, expresiones de "lo ruso", unas pocas tomas humildes, diríase con lupa. Cercanas y simples. Las de un pajarillo que se cuela en el gimnasio y se detiene ante ellos, como el símbolo de la pausa, la observación minuciosa de los detalles. De la atención que precisa el acusado para que alguien mire de cerca su caso. Para que alguien se digne darle una oportunidad y salga del vértigo de la guerra y entre en el plano corto de la existencia.
Era difícil superar la peli de Lumet. Pero Mikhalkov sale airoso porque no lo imita, sino que lo recrea. La vi con prejuicios y sali encantado del resultado; es al mismo tiempo local y universal. Más dura seguramente que el original, más cinematográfica, menos hablada (si es que se puede decir esto en unas películas en las que tanto significa la palabra).
ResponderEliminarSupongo que conoces, del mismo director, "Quemado por el sol" y "Ojos negros"; tan distintas entre sí como magníficas. Gran Mikhalkov.