"Amor" Michael Haneke


Cuando decidí ir a verla, recién estrenada, en una sala prácticamente vacía, me movió el asunto, el tema. Ver en el cartel, no la cantidad de premios que desde su inicio ha recibido y que ahora apenas dejan hueco al título, sino el rostro de una mujer vieja, cuya mirada dice de todo menos distracción, entretenimiento, evasión...

Fui a ver cómo era el amor de Haneke. Porque es un director que admiro, (aunque lo tema). Porque nunca una película suya me deja como estaba. Siempre es incómodo, duro. Incluso brutal.

Los protagonistas de edad avanzada, viven, en un piso decadente en el que los ajados restos de un pasado esplendor burgués se hacen eco de la decadencia de la vida, la vejez, la enfermedad. 
Un clima magistral que revela, plano a plano, entre los huecos de puertas abiertas impúdicamente, las rutinas poco favorecedoras y secretas de la vida real. 
Libre de trucos de sensiblería y emoción gratuita, puedo avanzar fríamente, como por el perfil de un bisturí, a través de la historia. Puedo admirar las actuaciones, las escenas de interior, la cocina y la mesa llena de migas y las botellas de agua vacías y el deterioro general de las estancias como si, tocada con una capa de invisibilidad, me hubiera colado en la casa de los vecinos...

Mientras la película se desarrollaba, yo pensaba en el Hobbit, la vida de Pi, los Miserables y tantos otros alardes de fantasía y artificio y tan solo quería estar ahí. En esa historia real, reflejada, gesto a gesto, de tantas vidas a mi alrededor. La enfermedad, la intimidad invadida, el cuerpo no como posesión propia sino como algo que otros han de manipular, pañales, papillas, masajes y crema hidratante para la piel detenida entre las sábanas. 

Esa es la vida, mas allá de pantallas, premios y alfombras rojas.
Esa es la vida y debería haber muchas mas películas así.

Me quedo con el acto de amor revelado ya en el principio.
Mas allá de uno mismo.
Amor humanitario. Amor digno. Amor, con mayúsculas.

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