Lenta, trabajosamente, vamos arrinconando el caos.
Las estancias comienzan a respirar el nuevo aire blanco, fresco,
casi diría primitivo.
En la pared del salón, un clavo aguarda una foto
que aún no está hecha,
un horizonte de mar, con mucho cielo,
que ya he contemplado en mi cabeza.
A la espera de la imagen,
colocamos un grupo de ramas entrelazadas
que aportan una silvestre caligrafía
sobre el blanco puro.
Queda tan bonito, tan ligero,
que nos replanteamos la primera idea.
En ocasiones ocurre. Casualidades? Hallazgos?
O esa palabra que tanto me gusta...
Serendipias.
Perfecto. Guarda la foto para otro sitio.
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