Otras veces me sorprende su llegada.
La ola púrpura que inunda las avenidas.
Este año, en extremo cálido, en extremo seco,
extremo
las jacarandas no saben si vienen
si van,
no saben.
Como el árbol, entreverado de verde y flor
y esos extraños frutos como crótalos
que parecen crujir con el viento
y contaminan la poética rama,
así vivo dividida y ambivalente.
De un lado la belleza, la alegría de poder despertar,
de otro mirar en playas sin fin a los desterrados
o en aquél país, ya no tan lejano,
a los perros aterrorizados en cruento festín.
Vivo en un mundo que hace música con cuencos
y maravillas de cristal
y al mismo tiempo mata, con su basura,
a miles de tortugas en silencio.
Cómo mantener la rama púrpura?
Si caen, como alfombra, las flores
antes, incluso, de ser admiradas?
La ambivalencia de la jacaranda.
Es así. Pero qué más hay?
Me pregunto
una y otra vez.
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