De aquél intermezzo milanese
no recordaré el duomo blanco, gélido y tumultuoso
ni el lujo en las vitrinas admiradas
ni turistas ni novias fotografiadas saliendo del metro
en imposible fascinación fan.
Quizá la fría geometría de los espacios no concebidos a mi medida.
O tal vez la impresionante visión de una cúpula cansada de albergar flashes.
Mejor el confetti que siembra de color el suelo,
la gris Milán
con inocentes papelillos
que disipa el viento helado.
Qué foto más bonita¡¡¡¡
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