Por aquella época pensaba en ellos como en un péndulo.
Cada uno en un extremo y deseando, a la vez, que el otro se acercara a su orilla pendular.
El vaivén de la maquinaria repetía, incansable, su trayecto sin sorpresas y ellos esperaban.
Nunca llegaron a darse cuenta de que, si cada uno hubiera dado unos pasos hacia el centro, se hallarían, por fin, en el punto de encuentro: El lugar por donde mas veces (justo el doble que a cada lado) el péndulo pasaba.
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