Protocolo "Oasis"

Era un día como el desierto. Lento y pesado como un manto de plomo.

Quizá  responsables fueron aquellas fotos rescatadas. Ellos, niños. De pie sobre rocas. Solitarios y asalvajados pioneros en una playa que, por remota, era casi suya.
Quizá responsable fuera el nuevo capítulo en la pérdida: La amiga que se internaba en un aciago bosque de paranoia.
Quizá los minúsculos sinsabores que, otro día, eran invisibles: Llamadas no respondidas, esfuerzo no valorado y todo eso que hacía que los demás le dijeran "no todo el mundo es como tú".
(Es bien cierto y, además, afortunadamente, no todo el mundo es como yo).

Pues ahí estaba ella tirando de su pesado manto, envuelta en madejas de cuerda, cuando alguien le habló de un "protocolo para las malas noticias".

Casi lo sintió caer, con ruido sordo, el manto a su espalda. Como pudo, se desembarazó de las redes y corrió, sabiendo al instante qué hacer, hacia el patio en la parte de atrás.

Allí donde los ficus y los helechos. Las crasas, la alocasia de hojas como orejas de elefante, las capuchinas y el airoso adiantum.
Su protocolo era construir un Oasis.

Acercó, como pudo, todas las plantas. Los maceteros enormes pesaban pero los arrastró, descolgó las que, suspendidas en el cañizo, dejan caer su melena verde en la sombra y trajo también los pequeños manojos de cintas y hojitas carnosas.
Una vez reunida esa multitud vegetal, desenroscó la manguera y, sin miramientos, descargó un rocío ligero y brillante, átomos de agua que, en seguida, cubrieron las hojas de minúsculos espejos que multiplicaron en cien, en mil los matices de verde.
Ese era su protocolo "Oasis". En ese momento lo supo, perdida la mirada y los sentidos en el húmedo paisaje, en el aroma de la tierra y las hojas mojadas, en la contemplación de los brillos y el terciopelo...

Un momento como una isla. Para mover los brazos como alas, para que respire el corazón y acabe el ahogo. 
Protocolo "Oasis" para días como desiertos.





Gracias Celia, por hablarme de los protocolos.

1 comentario:

  1. Pues si, no todo el mundo sabe crear oasis. Qué frescura, entre tanta pesadez.

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