El agujero de lo cotidiano

Entre una cosa y otra
me he precipitado en el agujero de lo cotidiano.
En ocasiones no es fácil mantenerse en lo alto de la cuerda
haciendo equilibrios para no caer.

Y digo caer suponiendo que caigo
cuando lo cierto es que entro en el espacio 
entre antes y luego,
entre ayer y mañana.

Soy consciente de que lo entenderán pocos.
Unos pocos entre los que no me encuentro.
Como cuando afirmo que puedo entrecerrar las pupilas
o que tengo dos párpados en cada ojo...
(Soy consciente de que lo que digo es,
muchas veces,
demasiado surrealista).

Caminamos sobre una línea imaginaria
salpicada de eventos, hitos, mojones en el trayecto.
Son lo relevante,
lo que nos motiva o lo que nos hace huir.
En cualquier caso,
lo que nos mueve.

Pero, ¿qué hay entre uno y otro poste?

Lo cotidiano. Llámalo agujero,
llámalo distancia neutra.
Un tramo irrelevante
menospreciado, pueril...

Mas es bien cierto
que si no fuera por ese trecho de vacío
nada de lo otro alcanzaría relieve
y moriríamos presa de una intoxicación de sucesos
una fatídica y letal indigestión de acontecimientos.

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