Work in progress



Lo he dicho muchas veces. Tejer me aparta de todo. Me desconecta. O mejor, me conecta.
Si considero cada punto una respiración, si cada punto es un segundo, consigo concentarme en la rutinaria calma de la labor. Consigo un tiempo lento. Un instante detenido.

Esta alfombra tejida con una aguja del 12 y nueve cabos de lana (restos originarios del  cajón de las lanas que amenazaba invadir el resto del armario del estudio) me da un respiro a la hora de las emociones difíciles, cuando miro al lado y ella no está, cuando el silencio es demasiado grande.
Una labor entre las manos siempre ofrece una alternativa de pensamiento lento, de concentración, de conexión con el centro. Siempre lo he dicho. 
Yo, mientras tanto, sea lo que sea, tejo.  


Y Tibet. Siempre ahí.


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