Florencia sin mí


Etienne Dupont, un controlador aéreo de la zona de Marsella, llegó a casa malhumorado y apestando a humo. Habían estado todo el día discutiendo sobre las condiciones impuestas desde arriba, la situación había llegado a ser insostenible. 
Ya bastante estresante era el trabajo, la cantidad de horas sin bajar la guardia, el resto de protestas acumuladas en los aeropuertos, las colas de gente, el paro de operarios de la limpieza... aquello no podía seguir así. La huelga era necesaria.
Se tiró en el sofá sin desabrocharse la camisa, puso los pies sobre la mesa apartando los periódicos y los deberes de Jules, su hijo de siete años. Por esta vez, Monique no dijo nada, le trajo una cerveza fresca y se sentó a su lado esperando a que se lo quisiera contar...

Ro no sabía que meter en la maleta. Había consultado el tiempo y las noches serían frescas. Un viaje que combina trabajo y mucho pateo durante el día con noches relajadas de paseo tranquilo, ir guapa y cómoda, sentirse bien con la ropa que se lleva, es algo complicado para la ridícula minimaleta permitida en el vuelo low cost que se disponía tomar.

Pero de pronto todo cambió. Y, mientras leía, casi entre líneas,  el mail de la compañía que le anunciaba la cancelación de su vuelo por una huelga de controladores aéreos en Francia, se imaginó a sí misma por el Ponte Vecchio tomando un helado (vegano), arrastrando cadenciosamente sus chanclas y abrigándose los hombros con un chal de lino malva...

Todo eso no podría ser. Por culpa de Etienne que, seguramente, tendría sus motivos.

Una vez mas, el ala de la mariposa que se mueve y lo demás que se reconfigura.
Será por algo?
Seguro que sí.


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