Ellas entran rutinarias, neutras. Con la mirada prematuramente aburrida y, sin embargo, alerta.
A alguna le cuesta, pero, poco a poco, se van aflojando.
Siempre acaba apareciendo el rostro propio, iluminado por la penumbra extraña del proyector. La expresión avispada. La claridad.
Chicas listas, valiosas. Mujeres expertas. Hábiles. No escuchadas. Desaprovechadas. Mujeres apagadas por la indiferencia de algún ridículo jefecillo.
Menos jerarquías, menos trato de usted, menos despachos cerrados, menos corbatas, por favor.
Otro gallo cantaría. Y cómo.
Pues claro que si,¡abajo las corbatas!
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