Un Año Oriental


Que este será un año marcado por una inspiración oriental ya lo prueban algunas coincidencias tan solo aparentes.
En primer lugar, aquella compra bastante romántica en la tienda en traspaso junto a la Lonja, donde gatos de oro alzaban rítmicamente su pata delantera en señal de saludo y el abuelo asombrosamente alto para ser chino nos miraba solapadamente mientras nos debatíamos entre dragones bordados y peonias de seda.
Una novela de Murakami, para insistir en los acentos oblícuos y magnéticos de gentes con historias a la vez mínimas y eternas.
El libro de acuarelas de Tailandia. Oropeles y ofrendas de flor. Templos de filigrana minuciosamente reproducidos.
Y un hallazgo, por fin una prenda que parece llevar mi nombre. La camisa kimono en seda, encontrada al azar y atesorada inmediatamente.

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