Fase menguante


Somos predecibles, las personas.
Nuestros ciclos vitales reproducen, me temo, antiguos itinerarios, trazados viejos y repetitivos que nos igualan, querámoslo o no,  unos a otros en monótona y gris multitud.

Una de esas escalas que nos unifican es la fase menguante. Esa que queda tras una ruptura, tras un excesivo esfuerzo (sea éste en positivo o negativo, esto es destructivo o constructivo para nuestra persona). Esa fase menguante que nos oscurece y oculta en casi toda nuestra superficie; que, aparentemente, nos desdibuja y aleja.

Sin embargo, porque siempre hay una contrapartida, esa fase menguante es necesaria pues es ambivalente.
Porque el mísero arco de luz en que nos convertimos, en vez de esa esfera luminosa y opulenta que lucen otros, no es más que la cabeza de un iceberg planetario. Ahí, en la sombra, suceden cosas. Maravillosas tareas de apuntalamiento y remodelación. Ahí, en la sombra, se fraguan batallas y se logran acuerdos y, al cabo de un período determinado, surge el resto de nuestra superficie, crecido y brillante, porque ha superado un nuevo avatar. Y se ha hecho más fuerte.

Por eso, si veis a alguno de nosotros en fase menguante, reservaos consejos y buenos deseos, guardad, mejor,  silencio y esperad. Pues, ocultos en la sombra, estamos creciendo.


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