De aquél primer paseo decididamente otoñal
se trajo un suelo fragante como alfombras de terciopelo,
esqueletos de ramas hacia el cielo en modo crepúsculo
y la compañía de un perro con superpoderes
(encontrar una piña lanzada en la semioscuridad
mimetizada en agujas de pino).
Y volvió por calles que la lluvia barnizaba.
Al llegar a casa descubrió
en su mochila
un ramito de bayas que había cogido sin pensar.
Y se vio a sí misma
como una caja de resonancia
que acogía espacios y aromas
y no era nada y lo era todo.
Oh my good! Qué bonito escribes, ayns
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