Descalzo de mis pies el nácar,
me desprendo de las alas de aire salado,
dejo atrás mi vestido verde.
Y vuelvo,
dispuesta a la armadura,
a Ciudad Dragón.
Como un saurio enorme
duerme,
enroscada sobre sí,
entre la bruma del mediodía.
Medita sus rutinas
con escamas de asfalto
y vapores de tedio.
Yo buscaré entre sus venas
señales ocultas,
ventanas o agujeros de gusano
que me lleven a vivir
vidas paralelas.
Rescates fugaces,
luces, fuegos fatuos.
O quizá lo real
entre tantos caminos
recorridos sin querer.
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