La segunda mano


Es gratificante, la segunda mano. Cuando, cubiertas las imperfecciones y unificado el fondo, se aplica esa nueva capa de pintura y la superficie emerge, al fin, homogénea. Perfecta.

Sin embargo, es la ignorada primera mano la artífice del éxito final. La esmerada primera mano, minuciosa, tranquila, concienzuda y exigente. 
La primera mano que da tanta pereza porque nunca parece tener demasiado que ver con el color definitivo, porque es la que más cuesta, porque ha de tener en cuenta todos los fallos y detenerse, uno a uno, a rellenar huecos, lijar relieves, sellar manchas de humedad y grietas de superficie. Un ingrato trabajo de rastreo de lo imperfecto. Una cansina búsqueda del fallo. Una imprimación laboriosa e invisible.

La popular segunda mano, la brillante, la capaz, se llevará toda la fama. Cuando, en realidad, el trabajo está hecho. 

La segunda mano está sobrevalorada. Es la primera mano la que caracteriza al buen pintor.




5 comentarios:

  1. Pasa lo mismo con cualquier creación, pienso. La primera mano deja protagonismo, incluso parece que se esfuma, pero abre el camino. Y creo que se puede aplicar a más procesos.

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  2. Elemental, querido Watson. Sabía que lo entenderías.

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  3. Y luego dicen "que segundas partes nunca fueron buenas".

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