Abre la cadencia lejana el camión de la basura.
Su acompasado batir de estructuras que suben y bajan,
arrancan y paran.
arrancan y paran.
Es un lecho de ritmo blando, una voz de fondo.
Entra el viento, motos como arpegios de cuerda
que surcan la partitura,
que surcan la partitura,
el aire de la mañana,
graves o agudas, barítonos o bajos,
desatan ráfagas aparentemente fuera del compás.
Puertas de portales y coches
se abren y cierran,
más o menos secas.
Convincentes chasquidos: Chas chas... chas chas.
En las alturas,
a su ritmo y como si no fuera con ellos,
trinos agudos de pequeñas gargantas.
Un coro desestructurado de volátiles tenores
que subrayan,
que subrayan,
o no,
la melodía.
La melodía es el aire,
es el silencio a reventar de sonidos
que empiezan la semana,
que empiezan la semana,
un desperezarse de ruidos,
bostezos y pasos apresurados.
Voces,
aquí y allá,
leyendo sus propias notas
interpretando su propia música.
Al final un sonido,
cual timbal o platillo,
cierra la obertura con su chaaaaan electrónico
y nada majestuoso.
El portátil inicia su propia andadura
de música de teclas, mails entrantes
y ruiditos de error.
Se pierden en el ruido los ecos del silencio.
Empieza la semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario