En aquellos tiempos de secuestro creativo, víctima de una especie de síndrome de Estocolmo, cuando se dejaba llevar por los vaivenes del color y las formas, había veces en que se sentía pequeña, sobrepasada por las circunstancias. Pesaba una montaña de exigencia e incertidumbre sobre sí.
No llegaría. No sería capaz.
Pero otras, como en el cuento de Lewis Carrol se alzaba en toda su altura y descubría que, a pesar de sus miedos, estaba por encima. Todo era, si no fácil, fluído y las horas transcurrían en un feliz y febril estado de gracia, una especie de baño en aguas caudalosas, olas rientes que la alzaban en alas gentiles de espuma.
Por ese momento, todo valía la pena.
Intuyo qué estás maquinando y me encararía verlo. Supongo que sucederá lejos, pero a lo mejor queda el vestigio de alguna imagen. Si es así, comparte y cuenta, cuenta!
ResponderEliminarBeso
Pi