Hay personas que son como frontones. Les lanzas una bola y te la rebotan con mas fuerza, te golpea y te hiere o, sencillamente, no sabes por dónde te va a venir y esperas ansioso y el impacto duele aún más.
Y hay personas que son como espejos. Espejos sabios que te devuelven tu imagen tal cual es, tal cual deberías verla. Y, latente en ella, una semilla de sabiduría que remueve pequeños ciclones internos. Un remolino que acaba posando las cosas en su lugar.
Quizá porque fui a casa de P., y la vi tan renacida, y porque ella había vestido su ventana con una preciosa sábana de algodón crujiente, hoy me he levantado con esta idea en la cabeza.
Una sábana como cortina. Una sábana del ajuar de mi madre.
He pasado largo rato viéndola moverse en el aire fresco. Hilo blanquísimo y muchas horas de labor. Y me he fijado en las iniciales bordadas en perfecto relieve. M L...
De esta forma me he dado cuenta de que las que creía sábanas de mi abuela María del Rosario pertenecieron en realidad a mi bisabuela María Leontina. Y he aquí que el linaje se alarga y en este principio de Noviembre, en que me vuelvo hacia mi casa en busca de acomodo para nuevos habitantes , me reencuentro con las presencias amables de quienes una vez tuvieron que ver en mi familia. La remota sonrisa, el rostro que imagino canoso y bello.
Hoy preguntaré a mi madre.
Quizá haya inventado una historia, quizá no sea cierto del todo. Pero lo que sí siento es una mano antigua y sabia que me toca la frente con delicadeza.
Como la del hilo blanco en el aire de la mañana.
Me gusta la sábana de lino bordada, me gusta la luz de las fotos, me gusta la colcha multicolor de crochet, pero lo que más me gusta de todo... ¿no es necesario que te lo diga, verdad?
ResponderEliminarAy no, no es necesario que ya lo sé yo...
ResponderEliminarCuánto bueno y cuanto bello transmitido y compartido. El juego de espejos multiplica la luz. Gracias. P.
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