Villa Severina


Seguimos viaje y nos adentramos en el interior. Serpenteando, entre montañas, llegamos casi a la frontera con Asturias.

Al cabo de setecientascuarentaycinco curvas ( o mas) encontramos un lugar casi secreto, de pequeñas casas de piedra y miles de abejas y mariposas que pueblan el aire casi encantado.

Nos reciben Alicia y su madre Alicia y enseguida sabemos que estamos en casa.

Convivimos con perros y gatos propios y extraños y con otros casuales habitantes en un lugar rodeado de bosques de pinos que parecen abetos, castaños, abedules, helechos, madreselva y ortigas...
En cada rincón, un detalle para el bienestar. No nos iríamos nunca.

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