"Amor bajo el espino blanco" Zhang Yimou

Afortunadamente no soy crítica cinematográfica, ni crítica de nada. Pero, eso si, soy una "opinadora" nata. 
Afortunadamente estoy capacitada para una visión múltiple que me permite disfrutar de una historia y de parte de sus aspectos aunque no todos ellos estén al mismo nivel. 
Afortunadamente pongo algo de mí en aquello que valoro y, por tanto, lo enriquezco con vivencias personales y experiencias de mi cosecha. O sea, lo llevo a mi terreno.

Y para opinar bien a cerca de una película ésta habrá de secuestrarme del asiento y, casi sin darme cuenta, sumergirme en un viaje o vuelo que me aleja de quien soy y dónde me hallo para llevarme a otros lugares o tiempos o vidas o historias que habré de vivir sin tregua como si yo fuera ellos, los personajes o el momento o la historia o el lugar.   
Esta tarde he sido China, árbol, agua, aire en los campos y sonrisa de dientes muy blancos.
Y la revolución que, bajo la mirada del director, trocó personas en soldados de lo colectivo. Ingenuos y obedientes, declamadores de máximas y sentencias. Hijos con futuros vendidos a familias en desgracia, padres miedosos y sometidos, pantalones demasiado grandes, demasiado trabajo por hacer y pobreza, si, pero para todos.
Este escenario, en efecto, me secuestró y me llevó al otro lado del mundo. Y las bellísimas estampas de coreografía lenta, pasadas como páginas con fundidos en negro que otorgan a la narración una  cadencia hermosa.

La historia de los jóvenes enamorados solo pude entenderla desde la ingenuidad,
pero  las miradas, la sola presencia de cada uno de esos dos rostros tan bellos, el gesto magnificado de las manos, la repentina sonrisa que lo ilumina todo. Y cómo el amor nace y crece y se hace fuerte e invencible. 

Queda la música, persistente y aromática, como un poso de hojas  de té.

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