En casa, de siempre, ha habido perros.
Este domingo, dos perros, una madre y tres hermanas, celebrábamos la reciente adquisición de Low (no "Slow", nada mas lejos de su carácter), abandonado por su dueño y recogido por mi caritativa hermana pequeña.
Y eso fue, un auténtico día de perros. De risas. De juegos y peleas de mentira.
Mi madre hacía viajes a la cocina, cuidando un guiso y, de vez en cuando, entraba en el cuarto del piano y tocaba "unos arpegios", la hermana A, en modo "ManosTijeras" y furor paisajístico, podaba una pertinaz enredadera que amenazaba con tirar un muro de la casa, la hermana B (yo) veía cómo sus expectativas de labor se reducían de manera alarmante, mientras escamoteaba ovillos a las rapidísimas fauces del nada lento Low y la hermana C, flamante nueva propietaria, intentaba, con escaso éxito, educar al cachorro, que me dejó una madeja de mohair bastante pegajosa e inservible, por cierto.
Se oía el ruido afeltrado de huesos al caer retozando en divertida lucha con el pobre Kongo y yo recordaba otros perros de casa, disfrutados desde pequeños, ellos y nosotros.
Bienvenido a casa, pequeño Low.
Tú y tu mirada limpia (que no humana) de todos los perros buenos.
Los perros hacen nuestra vida mucho más feliz!
ResponderEliminarGracias (dice Low) aunque realmente lo que le interesa es que nuevos materiales vas a traer para devorarlos.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo, Paz.
Muy bonito tía ;) Gracias
ResponderEliminar