
Este fin de semana me he regalado la vista y el cuerpo con un par, no de películas, sino de peliculones.
Necesitaba una buena dosis de blanco y negro, de música efectista, de drama, de ausencia de efectos especiales.
Y acudí al infalible y prolífico genio de la nariz respingona y el perfil de gordito, ese que nunca me defrauda.
En esta ocasión, la historia transcurre a través de un laberinto, en la mente de dos protagonistas francamente bellos, Ingrid Bergman y Gregory Peck, ambos, en todo su esplendor.
Seducida por una música absolutamente evocadora, (Miklós Rozsa), camino con ellos, sin ser vista y me interno en ella y en su mirada que oscila desde el amor y la lealtad mas inquebrantables al sufrimiento por su amado y en él, que un poco se deja hacer, que se pierde, en ocasiones, sumido en recuerdos borrosos y sueños dalinianos.
Esta parte, la del sueño, me parece entrañable, a la vez que atrevidísima... Los ojos de Dalí, mirándolo todo, los cortinajes, las nubes y los paisajes reblandecidos... absolutamente onírico.
Otra escena que me encanta es la de ellos esquiando. Totalmente falseada sobre un croma. Ventilador sobre el pelo de Ingrid, moviéndose como si sortearan obstáculos, con cara de velocidad pero sin perder ripio de la importante conversación que busca la certeza de lo que ocurrió...
Un equipo de esquí bastante escueto, él simplemente ha optado por añadir a su atuendo una bufandita y subir el cuello de su americana, ella, super chic con un pantalón bombacho que haría las delicias de cualquier amante de lo vintage...
Una vez mas disfruto del gran cine, esas grandes películas de vida eterna, porque la luz y la sombra dicen tanto como el color. Porque nos parece lo mas normal del mundo hallarnos en medio de una trama negra ambientada entre el psicoanálisis, el asesinato y la amnesia, cuando ellos se levantan de una mala noche con esa cara aterciopelada y el cabello perfecto, cuando una puede enamorarse de alguien en el momento de conocerlo y piensa que queriéndolo así, ese hombre no puede ser malo.
Un argumento, sin embargo, que hoy veríamos como el origen inequívoco de una historia desgraciada...
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