"El crepúsculo de los dioses" Billy Wilder

He de decir que esta es una de mis películas favoritas de todos los tiempos, así que, a partir de aquí, no esperéis un análisis objetivo aunque, a decir verdad, nunca lo son.

Me gusta cómo la historia te seduce desde el primer momento. En primer lugar, porque la cuenta un muerto. Un cuerpo flotando en la piscina de un jardín arruinado.
La mansión introduce, desde las primeras escenas, un discurso de orgullo, decadencia y nostalgia por el pasado esplendor y contrasta, desde su aparente silencio, con el dinamismo del joven protagonista, un William Holden lleno de vitalidad y recursos, pobrecito.

Como en una tela de araña tejida por esa fascinante mujer de ojos cubiertos por cristales oscuros y labios prácticamente negros, cae el infeliz guionista, creyendo, casi hasta el final, que tiene controlada la situación.

Tanto la casa como su dueña se pintan como la caricatura de un deseo de permanencia de lo que ya ha muerto. Los oropeles y fastos de un pasado esplendor de estrella del cine mudo.
Parece que el irónico Wilder retrata sin piedad a la mujer madura que no desea envejecer y cubre sus incipientes arrugas con velos de gasa y sus canas con turbantes de leopardo. Sin embargo, yo detecto admiración, cariño por la protagonista, porque la retrata con dignidad, con magia. Iluminada con ese cañón de luz , con el gesto desafiante y diciendo: “Yo soy grande, es el cine el que se hizo pequeño”


EL órgano donde suena Bach, el ostentosísimo coche, la fiesta de nochevieja con orquesta solo para dos, el abrigo de vicuña, el mullido albornoz, la pitillera de oro...pobre escritor sin suerte!
El guionista intenta mantener un aspecto de normalidad y, sin darse cuenta se deja llevar hacia una trampa de mimos y apatía, mientras ella le envuelve en el envenenado abrazo de su locura.

Y el criado, ex marido, ex director de sus tiempos de gloria, público y actor en una obra que no tiene final, la de su amor sin límites por la estrella...

Y la última escena, después de haber sufrido la última gran decepción. Su fallido retorno a la pantalla grande. Ella baja como una diosa, entre cámaras que filman su disparate, entre policías que la esperan para interrogarla, pero majestuosa y ajena, Norma Desmond, Gloria Swanson en realidad y con una historia de olvido parecida a sus espaldas, desciende mecida para siempre en su pasado eterno.



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