Galicia 2

La Casa Grande me pareció, en cierto modo, siniestra.. Un pasado traído al presente con tesón, con esfuerzo, pero sin gracia, sin flores, sin luz.

Las habitaciones sombrías se sucedían unas a otras en confuso desorden; salones, biblioteca, cocina, comedores, los crujientes pasillos enmoquetados en rojo, como un guiño al hotel de Kubrick en El Resplandor, la capilla, decrépita y apolillada…

Todas las estancias se resentían del peso de arcones, armaduras medievales, sitiales, sofás de época tapizados de damasco, banquetas en petit point, fotos de familia y familiares con personajes ilustres, ya algo casposos, innumerables cajitas y figuras, alacenas para la vajilla buena, libros viejos y apolillados bargueños.

En nada refrescaban la atmósfera los cuadros modernos de gusto bastante dudoso.

Me gustó la fachada de piedra, con su blasón enverdecido por el tiempo, con sus impecables hortensias, añiles y perfectas, la entrada, angosta y en sombras, enjaezada con tres sillas de montar de aspecto bastante auténtico y el patio interior, con su balaustrada pintada de rojo que recorría todo aquel espacio bañado por la luz limpia del mediodía.

Aquellas hamacas de mimbre y sus mullidos cojines en crudo nos llamaron a la lectura en el silencio de aquella tarde calurosa, interrumpido de vez en cuando por las campanas de alguna ermita o el ladrido cansino de los perros de la finca.

Componía la familia que regentaba el hospedaje, un grupo heterogéneo de personajes algo dispares, que combinaban unas maneras mas bien bruscas con una repentina y postiza amabilidad que causaba bastante sorpresa.

El protagonismo de la escena lo ostentaba una especie de hidalgo de modales algo retro y que aliñaba su conversación con anécdotas interesantes y recomendaciones de hatajos muy rápidos para llegar antes a nuestro destino, aunque bastante poco recomendables para la salud, como tuvimos ocasión de comprobar algo mas tarde.

Aquella noche dormimos acunados por el ladrido de algún perro y el ir y venir de las brisas musicales de una verbena en la aldea del otro lado del valle. Una selección de melodías de cuando los propietarios del pazo aún poseían derechos feudales.

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