Galicia 7


Me enamoré de una casa.

Ya nos conocíamos de vista, de pasada.

Pero aquél día la descubrí por dentro.

Y supe de su belleza interior, además de su hermosa a fachada.

Adoré en un instante sus arrugas, sus manchas de vejez,

las huellas que el tiempo le había dejado.


Y me ví en ella. Habitándola, viviéndola.

Y me acarició la luz polvorienta de sus muchas ventanas,

y me recorrió su silencio que deja sitio a los vientos.


Aquello estropeó de alguna manera el viaje de vuelta.

Yo, que siempre quise vivir sin anclas, notaba los tirones

de la casa aquella. Y supe que, aunque nunca fuera mía,

estaba ya unida de forma irremediable a su futura tragedia

de decadencia y derrumbe.

Vieja y bella. Mi casa.

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