Monzón


Un amigo mío pasó algún tiempo en una isla del Pacífico.
Con gran habilidad y ayudado por compañeros europeos se construyó una bonita vivienda en la playa, con su tejado a dos aguas y su porche de madera frente al mar, considerando primitiva e irrelevante la tradición de cabañas de adobe y palma de los lugareños.

Pasaron algunos meses y llegó el tiempo de lluvias. Un repentino viento se desató desde el mar.
Sopló con extraordinaria fuerza durante varios días, al cabo de los cuales, mi amigo, desolado, pudo contemplar su maravillosa casa reducida a escombros.

Cuando, pasado algún tiempo, se dio la vuelta, observó con asombro cómo sus vecinos nativos colocaban la última hoja de palma en el techo de sus nuevas chozas y se sentaban delante de ellas a contemplar la puesta de sol en el mar, otra vez en calma y tranquilo como un plato...

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