Paso junto a él cada día, en el paseo de la tarde con Tibet.
Durante 362 días es un árbol común. De porte menudo; tronco recto y copa redondeada. Posado casualmente sobre un pequeño promontorio de hierba.
Pero un día por estas fechas, sus ramas explosionan en flores como orquídeas. Todos los matices del más glorioso fucsia. Y yo estoy ahí. Paciente y atenta para verlo. Me detengo y me admiro entre sus ramas, me dejo inundar por su belleza.
Apenas tres días. Hay que esperar, hay que estar ahí.
Pero compensa.
Estoy echando de menos un calendario de momentos de esplendor de los árboles de nuestra ciudad. Ya sabes, empieza el año con el perfume del azahar, siguen las flores rosadas del árbol de Judas, luego jacarandas azuleandonos... ahí tenemos un reto, amiga
ResponderEliminarAcepto el reto si lo hacemos entre las dos!
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