Entonces llegó Tibet a nuestra vida.


Un puñado de circunstancias: Un dueño sin escrúpulos. Disparos de balín. Un perro herido y perdido. Abandonado. En los huesos, asustado. Unos niños que juegan. Un perro que juega con ellos. La noche, volver a casa. Un perro que vuelve a sobrar. La peluquera del perro de mi hermana que se apiada del podenco sin hogar de la mirada líquida. La mujer que ve, tras los ojos, el perro extraordinario.
Nuestra historia reciente que llega a sus oídos a través de mi hermana.

Y, en unos pocos y rápidos movimientos, que vamos a verlo.

Que nos mira y parece saberlo todo de nosotros. Que es gentil y alegre. Que es sencillo.
Que nos decidimos sin pensarlo demasiado. Es demasiado evidente.

No tenía nombre, le llamaban “Gordo” .

Ahora su nombre es Tibet. Porque es tranquilo y hermoso como las montañas.
Lo esperábamos y ha llegado a nuestra vida.

Es Nuestro Perro.
Ahora Si.




3 comentarios:

  1. ooohhhhhh, por fín!!! qué mono!!!!
    Espero que vengais a presentarnoslo algún día!!
    El nombre es perfecto,transmite relax!!
    Un saludo!

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