Comida Limpia




Cuando nuestro padre se jubiló, descubrió, con enorme asombro, que su mayor pasión era cultivar su pequeño huerto frente a la casa.
Siempre lo recordamos inclinado sobre una diminuta mata de judías, tomates o humilde lechuga, intensamente concentrado, tratando de deducir, por el estado de las hojas, si sulfatar, regar, o hacer cualquier otra cosa que la plantita necesitara...
Su única queja con la vida era la falta de tiempo para hacer todas las cosas que un hombre de campo necesita hacer.
Y pasaba el día mirando, alternativamente, al suelo para contemplar la marcha de su siembra y al cielo, su segunda pasión, para ver llegar el tipo de nubes que traerían, quizá, la lluvia.

Pues bien, esa pasión por el cultivo la ha heredado la mayor de mis hermanas. Y, así como yo siempre llevo en el bolso algún ovillo y agujas, ella llena sus bolsillos de pequeños esquejes que recolecta por ahí, sobrecitos de semillas, cordeles para atar alguna trepadora o recortes de revistas de jardinería.
Para el resto de nosotros es una gran cosa. Llegar el domingo y acudir a las matas de las fresas y comer, directamente de la planta, y calientes del sol de mediodía, los pequeños tesoros de aroma inconfundible.

Ayer me traje esta lechuga de aspecto apetitoso.
Una pena no haber podido fotografiar al gusanito color pistacho camuflado entre sus hojas limpias sin una pizca de insecticida ni cualquer otra química. 

Es, amigos, nada mas que Comida Limpia.

1 comentario:

  1. Me has hecho llorar y recordar tantas cosas...Es uno de esos pocos momentos que daría marcha atrás. Un beso

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