"Nader y Simin, una separación" Asghar Farhadi

Hay múltiples realidades. Está la que ocurre en primer plano. Lo que tocamos y nos envuelve: Lo que vivimos.
Hay otras, que acontecen en paralelo, al mismo tiempo. Se vive y se muere, se llora y se sonríe, se enferma, se abandona, se descubre, se abre una ventana, se trabaja, se añora, se siente dolor.
Pero, además, dentro de la misma existencia de cada uno, cada realidad, cada momento, es como un desplegable de vivencias, de percepciones. Y uno es familia, ocupación, lo que hace, lo que calla, dónde vive, con quién.
Y hay películas que retratan estas múltiples realidades que, en un principio se nos antojan lejanas. Nos las colocan delante, como un filete sangrante, como un pescado que aún boquea fuera del agua. Estas películas nos secuestran y nos hacen vivir girones de otras vidas, no como mudos espectadores sino como sensibilidades tatuadas en las pieles de los personajes que ya no son personajes, son personas, soy yo, eres tú. Es mi padre, mi hija, mi vecino, mi país.

Esto solo puede hacerse con talento. Ese que elimina lo superfluo, ese que para contar una historia se olvida de cómo se cuentan las historias. Sin música efectista, sin artificiosos encuadres o elipsis, sin lenguaje cinematográfico. Ese talento que se ve en planos que separan personajes próximos, en diálogos que subrayan apenas un gesto, en miradas cruzadas que lo dicen todo.

Hay películas que no son películas, sino trozos de vida que te atrapan dentro.

No salgo de mi asombro al pensar que esta peli se haya filmado donde se ha filmado y que diga, con tan pocas palabras, todo lo que dice.

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