"Un dios salvaje" Roman Polanski

Una habitación. Dos matrimonios. Cuatro personas. Dos hijos ausentes. Algunas buenas intenciones. Una puerta que se abre y se cierra. Un ascensor en el que nunca se desciende. Un teléfono móvil. Muchas palabras cargadas de doble intención. Muchas expresiones inconvenientes, descubiertas en segundo plano. Una botella de wisky. Una conversación educada que acaba siendo una guerra encubierta de todos contra todos. Vómitos. Cosas por el suelo. Gritos. Saliva. Palabras ebrias al fin sinceras.
En una palabra: Sangre.

Roman Polanski llena la pantalla de rostros en primer y segundo plano. Nada es unitario. Todo tiene otra lectura. No hay blanco y negro. No hay corrección. No hay buenas intenciones.
Solo hay Uno Mismo. Lo que Yo pienso. Lo que Yo siento. Lo Mío. Yo.
No hay tregua. No hay diálogo. Vivimos en esferas diferentes. Complicándolo todo porque, en el fondo, lo que tenemos es Miedo.

Así somos.
Jueguetes de un dios salvaje que se entretiene viendo cómo nos despedazamos.

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