Florencia apenas se ve de tanta gente.
La ciudad me parece turbia y ajada, bajo el peso de la multitud y el calor.
Tan solo respira el Arno y eso porque nadie puede andar sobre las aguas...
Ahí está el aire de Florencia, derramándose desde el Ponte Vecchio como las jóvenes voces y el helado en mi mano.
Esta vez, eso fue lo mejor.
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