Me gusta verte el domingo por la mañana, cuando lees el periódico.
Sonríes absorto, mientras retiras un poco la cabeza para ver mejor.
Seguramente estarás repasando el siniestro cómputo de las consecuencias de la crisis, esa palabra negra que, durante la semana, te hace dormir mal.
Pero es domingo, hay tiempo por delante, casi todo el día. Y hace sol.
La mañana se llena de algo que cocinas mientras tanto.
Tu alquimia de mago ignorante de su habilidad que se extiende en el aire de la casa.
Te gusta oírnos, deambulando por las habitaciones con nuestros misteriosos quehaceres, fotografías, ovillos de lana, tijeras de podar, libros y lápices, lienzos que preparar y múltiples objetos de materia inanimada en riesgo de convertirse en otra cosa…
Y te gusta ser el soporte, la red que asegura nuestros frágiles pasos por los mundos de la intuición y los caminos inciertos.
La intendencia de nuestros momentos creativos.
El guardián del posible genio.
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