
Cuando alguien me dice "qué trabajo tan bonito" en respuesta a que me vaya a Milán (ida: sábado, de madrugada, regreso: domingo, casi lunes) o a Florencia, París o cualquier otro destino sugerente, yo pienso en un camino repleto de aeropuertos, maletas de incierto destino, posibles retrasos, horas de espera, ferias vacías de glamour, cuadrillas de montadores, comida enlatada, etc, etc...
Pero el ojo también descubre hallazgos, como los inusuales árboles, ese soplo de invierno insospechado y temprano, el color de la lluvia italiana o la bruma china que blanquea las distancias. Las estaciones antípodas que refrescan las ideas y te hacen volver cargada de proyectos.
O este precioso coletero de concha que compré en el aeropuerto de Milán.
Es el vicio de los espíritus nómadas que adoran los cambios de escenario.
te entiendo perfectamente y aunque a veces sea una pesadilla, no podriamos vivir sin ellos.
ResponderEliminarEl próximo ...París.