
Ya la primera imagen (escenario en acuarela y humo, la caligrafía evanescente de los limpiaparabrisas en constante movimiento y la música como un pincel de aguadas grises), me coloca en alerta.
Se que voy a escuchar un lenguaje de belleza y gestos.
Oriente, una vez mas ahí. Hermético y exquisito, desplegado como un origami sutil que revela cada escena.
Todo forma parte de un vocabulario perfecto y plural, donde cada mirada tiene su lugar y cada movimiento de cámara su efecto. Los actores, cuidan mas que interpretan su papel. Todo está hecho con mimo conciso, con eficacia contenida, con amor simple, con aplomo. Incluso lo mas pequeño: Una piedra en la palma de la mano, un pliegue de seda, el pincel en el rostro, las caricias a quienes fueron y se van, las pequeñas palabras que dicen cosas grandes.
Y, sobre todo, los espacios que permiten respirar, los silencios entre los gestos, las necesaria perspectiva para hacerse una idea de lo que nos es tan ajeno y, sin embargo, tenemos a la vuelta del camino.
Despedidas no. Tránsito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario